Autor: WG
Temática: General
Descripción: 6 Prólogo Traducido por Sandry Corregido por AriannysG Andrew Hace varios meses< Estaba todo allí en blanco y negro, en la parte delantera y en el centro, sin relleno. Aunque los datos estaban asimétricos y The New York Times se había descuidado una vez más publicando mi foto, el daño a mi firma —Henderson & Hart, estaba hecho ahora. Y sabía exactamente lo que iba a ocurrir, paso a paso. Lo había visto suceder en esta ciudad muchas veces. En primer lugar, los mejores clientes que juraron permanecer siempre a mi lado llamarían para decir que "de repente" encontraron una nueva representación. Luego, los empleados podrían presentar cartas de reasignación —el saber que tendrían una firma contaminada en sus expedientes obstaculizaría sus carreras. Después, los inversores llamarían —pretendiendo simpatizar mientras me denunciarían públicamente en los medios de comunicación y de inmediato retirarían toda la financiación. Por último, y para más desgracia, estaba seguro de que me convertiría en otro abogado pez gordo que arruinó su carrera incluso antes de que pudiera comenzar. —¿Cuánto tiempo crees que serás capaz de salirte con la tuya acechando a Emma? —El investigador privado que contraté pasó a mi lado. —Es mi jodida hija. No voy a acosarla. —Ciento cincuenta y dos metros. —Encendió un cigarrillo—. Eso es lo lejos que se supone que debes estar. —¿La están tratando bien durante la semana? Suspiró y me entregó una pila de fotos.
Autor: WGW
Temática: General
Descripción: 6 Dedicatoria Para mi BBF/lectora beta definitiva/increíble asistente/hombro en el que llorar en cualquier momento en el que estoy actuando como una loca/”persona”, como dicen en Anatomía de Grey… Tamisha Draper. Mis libros apestarían sin ti…
Autor: WG
Temática: General
Descripción: Prólogo Traducido por Sandry Corregido por Melii Andrew Ciudad de Nueva York. Hace seis años… Por tercera semana consecutiva, me desperté con una lluvia incesante que caía sobre esta ciudad repulsiva. Arriba, las nubes estaban recubiertas con un feo tono de gris, y los rayos de los relámpagos que parpadeaban en el cielo cada pocos segundos ya no eran maravillas, sino que eran previsibles. Sosteniendo mi paraguas, entré en un quiosco y cogí el New York Times —preparándome para lo que había entre sus páginas. —¿Cuántas mujeres crees que podría follarse un hombre en su vida? —El vendedor me dio el cambio. —No lo sé —dije—. Yo he dejado de contar. —Parado de contar, ¿eh? ¿Qué hiciste, llegar a diez y decidir que era suficiente antes de sentar la cabeza? —Señaló el anillo de oro en mi mano izquierda. —No, senté la cabeza primero, luego empecé a follar. Alzó la ceja con aspecto aturdido, y luego se dio la vuelta para organizar su expositor de puros. Hace un par de meses, me habría entretenido con su intento de entablar conversación, habría contestado a su pregunta con una risa alegre y un “Más de lo que nunca vamos a admitir”, pero ya no tenía la capacidad de reír. Mi vida era ahora un deprimente carrete de fotogramas repetidos — noches de hotel, sudores fríos, recuerdos podridos; y la lluvia. Maldita lluvia.